2/2/15

Brutal Hermit & Smily School girl (2)

Segunda parte, probablemente os interesará leer antes la primera.

—Yakuza-kun, tengo que salir unas horas—informó Brutal Hermit guardándose el teléfono móvil en el bolsillo de los vaqueros.

El hombre trajeado lo miró incrédulo desde la única silla del apartamento casi vacío en la que, siguiendo órdenes de su secuestrador, había vuelto a sentarse.

—Tienes comida en la nevera —continuó el enorme hombre mientras se dirigía caminando lentamente hacia la puerta automática y empezaba a marcar un código de seguridad en el terminal adyacente.

—¿En serio vas a dejarme solo? ¿Tienes la más mínima idea de cómo funciona un secuestro, maldito animal? —gritó el yakuza, envalentonado al ver que la puerta ya estaba abierta y él dispuesto a salir.

—No te preocupes, nadie va a notar tus gritos en este edificio y si haces el tonto con la puerta se disparará la bomba de gas nervioso. Usa este tiempo para pensar en el asunto que hemos dejado a medias.

Sin añadir nada más, cruzó la puerta y esta se cerró y bloqueó automáticamente a sus espaldas.

Unas horas antes, pero al menos una más cerca que la última vez, Hùng Văn se encendía un pitillo. Estaba sentado en un banco de un parque que se encontraba muy cerca de la intersección de Δ con Z donde crecían tejos importados. Iba vestido totalmente de negro desde la chaqueta hasta las botas. Del bolsillo de la primera extrajo un pequeño cuadrado de papel oscuro y de apariencia basta. De una de las segundas sacó un puñal en cuyo mango podía apreciarse una insignia en forma de sol negro.

Estudió por un momento ambos objetos en sus manos en calma mientras el cigarro se convertía progresivamente en ceniza hasta que al fin colocó el papel sobre sus rodillas y se llevó la hoja hasta el pulgar derecho. Sin perder tiempo puso el dedo sangrante sobre la hoja de papel y empezó a trazar un símbolo anguloso mientras murmuraba algo inaudible.

El clan del oso fantasma, del que Hùng era el líder, constituía un grupo difícil de definir. A pesar de compartir todos raíces vietnamitas habían abrazado el wotanismo hacía tiempo, así como una serie de ideologías políticas relacionadas con la superioridad racial y la eugénesis. No obstante, su principal objetivo era la magia rúnica por medio del carterismo. Es cierto que obtenían beneficios limpiando los bolsillos de transeúntes despistados en las calles astiborradas, pero eso era solo una maniobra de despiste, para hacerles pensar que los papeles con talismanes rúnicos grabados por el pulgar con huellas dactilares borradas de Hùng era solo una especie de estúpida tarjeta de visita. En realidad se dedicaban a repartirlos de forma selectiva a fin de cumplir los requisitos de rituales arcanos.

—Entrega este a un hombre rubio que vista de rojo —ordenó Hùng una vez hubo terminado el último talismán.

Una chica que había estado esperando todo este tiempo tras el banco asintió, lo cogió y se lo guardó en la ancha sudadera. Dio un primer paso con intención de irse, pero antes de eso otro chico que lucía solo unos pantalones cortos y una camisa blanca llegó corriendo al parque.

—Hùng…

—¿Qué ocurre, Minh? —preguntó, sin mostrar ningún signo de sobresalto.

—Han venido otra vez las crías. La de la máscara y la espada. Están todas en una esquina a un par de manzanas de aquí y se nota que vienen buscando pelea.

—¿Cuántas son?

—Cinco, como la última vez.

Hùng escupió el cigarro y al fin guardó el puñal de nuevo en la bota y se puso en pie.

—Llama a todos, diles que nos reuniremos aquí en diez minutos.

El encontronazo de los osos fantasmas con las chicas de Smily había sido mayormente fortuito cuando, unos días atrás, mientras ellas paseaban por el territorio del clan, uno de sus miembros intentó realizar sus actividades habituales en la bolsa de Smily, aunque solo consiguió descubrir cuánto puede llegar a doler una muñeca dislocada por cortesía de Yume. Estaban dispuestas a ensañarse con él antes de que otros compañeros del clan llegaran en su ayuda, entonces fue cuando Smily tuvo que echar mano de la katana para disuadirlos de empezar una pelea en ese momento. Hùng estaba presente en ese momento y les había hecho una advertencia.

—Os dije que no quería volver a veros por aquí —les recordó al llegar a la esquina donde las cinco esperaban.

La acera era ancha, separada de la carretera por vallas y en una zona muy comercial de la ciudad. Las personas que estaban en una terraza próxima al lugar donde se habían encontrado los dos grupos ya miraban con sospecha a Smily y sus chicas, pero al ver llegar a siete vietnamitas encapuchados o enmascarados portando palos y tuberías, decidieron que por fin había llegado el momento idóneo para dejar cualquier cantidad de dinero en la mesa e irse a otro sitio.

Yume, la gemela del pelo verde, se despegó de la pared y se giró noventa grados para encarar al líder de los osos fantasma, haciendo que su bate de críquet golpeara rítmicamente su pierna.

—Verás, es que creemos que la última vez no os llevasteis una impresión demasiado buena de nosotras.

—No tengo tiempo para juegos. Largaos de aquí antes de que esto se ponga feo.

—Es una pena —reconoció Hana, la hermana de Yume, mientras sus compañeras se giraban también para formar una línea encarando al clan—, pero eso es exactamente lo que queremos.

La risa sintética de la máscara de Smily volvió a sonar mientras desenvainaba. Un par de los vietnamitas sintieron la tentación de retroceder un paso, pero no hubo tal. Se cernió un silencio entre ambos bandos como si no hubiera más mundo que ellos.

Claire estaba en uno de los extremos junto a Megumi. Mientras que esta se mantenía calmada, manteniendo su propia tubería sobre el hombro como si todo lo que iba a pasar no fuera realmente con ella, Claire apretaba con fuerza su puño americano en anticipación y miraba a los miembros del clan alternativamente a los ojos, cubiertos o no por capuchas. Intentaba clavar sus ojos en los otros como si fueran cuchillos. Se mordía el labio. Movía impaciente las piernas notando cómo el peso que sostenían cambiaba de una a otra incapaz de reprimir la necesidad de saltar.

Pero fue Simly la primera en lanzarse contra Hùng, katana sobre la cabeza, dispuesta a comprobar si el oso fantasma sangraba haciendo bajar la hoja sobre él. Y de hecho hubiera saciado su curiosidad si no se lo hubiera impedido la tubería que el hechicero había interpuesto en la letal trayectoria.

Tras medio segundo de estupor, estalló un desordenado combate mano a mano. Claire apenas tuvo que moverse antes de poder golpear por la espalda a uno de los contrarios que, a pesar del ímpetu inicial, había decidido que era mejor idea desviarse de Smily. Aún sin poder verlo pudo oír y notar en el contacto de su puño con la nuca cómo el tipo soltaba un resuello con toda la boca abierta. Sin perder tiempo lo agarró por debajo de los brazos y dejó que Megumi terminara de darle las buenas tardes con una soberana patada en el abdomen.

Lo soltó a tiempo de esquivar a un segundo que se dirigía a ella cuchillo en mano. Hubiera tenido ocasión de intentar emplearlo por segunda vez si alguien no hubiese gritado en ese momento “¡policía!”.

Algunos ni siquiera se pararon a mirar a los cuatro agentes que se acercaban porra en mano a hacerles un par de preguntas antes de disolverse y tomar la primera calleja que buenamente pudieran encontrar. Los que aún pudieran correr, por supuesto, lo cual no era el caso de dos o tres miembros de los osos fantasma, pero sí de todas las chicas, como Claire, que no tardó en dar buen uso a las piernas largándose de ahí.

Antes de entrar en una calleja tuvo la precaución de volverse a mirar si la seguían, pero no la de volver a mirar hacia adelante para asegurarse de que la vía estuviera despejada. Así al cruzar fue a darse de bruces con el cuerpo totalmente cubierto de negro de Húng, que se había parado a retomar el aliento y comprobar cómo de probable era que muriera desangrado a través corte que tenía en el brazo si no iba al hospital.

Tras el estupor inicial y sin mediar palabra, consiguió conectar un puñetazo en el ojo de Claire, ya que parecía haber perdido su tubería.

—Cabrón.

Le devolvió el golpe dirigiéndolo al plexo solar, pero solo consiguió golpearlo en el pecho. Aun así, el impacto del puño americano fue suficiente para hacer retroceder a Hùng hasta dar contra la pared y caer sobre una rodilla, con menos aliento aun que antes.

Claire se acercó para acabar con él de una vez, pero de alguna forma el instinto la hizo parar a tiempo para evitar el arco horizontal que el puñal de Hùng describió al salir de su bota.

Retrocedió a una distancia prudencial y empezó a dar tentativos pasos hacia atrás. Hùng la seguía, enarbolando el cuchillo y esperando que abriera la guardia.

—Os juro que estoy harto de vuestros juegos.

Se abalanzó sobre la chica en guardia. Por un segundo estuvo segura de que aquel tipo de negro iba a ahorrarle mucho tiempo y esfuerzo ampliando la mancha de sangre reseca que decoraba su camisa de batalla. Podía ver a cámara lenta cómo la punta del cuchillo bajaba hacia ella y no pudo evitar gritar. Pero sus manos se movieron solas más rápido de lo que le hubiera llevado pensarlo. Estaba segura de que no iba a poder agarrarle el brazo, pero repentinamente estaba entre sus manos y sus piernas y todo su cuerpo se estaban moviendo en un movimiento estudiado para dirigir su rodilla a un punto vital preciso. Hùng y su puñal cayeron al suelo mientras el vietnamita la maldecía por haberle destrozado los huevos.

Intentó recuperar el cuchillo a tientas, pero no le sirvió de nada. El combate se dio por finalizado cuando sonó el “¡Todo el mundo quieto!” de la policía, que hacía contemplar la escena al ojo ciego de su pistola.

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