5/1/15

Universidad Subterránea

Cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac cla clac.

—¿Dónde estoy? ¿Por qué nos movemos?

—Mierda, tenías que despertar ahora.

A pesar de esta respuesta y de estar aún mareada, Lyris no tardó en darse cuenta de que alguien cuya voz no reconocía la estaba llevando al hombro como un saco de patatas. La única vía de acción era obvia: empezó a patalear y a gritar como una posesa.

—Para, para, joder, no tenemos tiempo para esto —le replicó el desconocido sin parar de correr.

Ella tampoco paró de darle con las rodillas.

—No te voy a hacer nada, te estoy ayudando, te desmayaste, te estoy llevando a un lugar seguro, no grites más, hay que llegar a las escaleras.

—¡Deja de correr, deja de correr, deja de correr!

—Y una mierda voy a parar de correr. ¿Tú sabes lo que nos viene detrás?

Lyris miró por un segundo a sus alrededores. Solo veía pasar el pasillo de la universidad, vacío salvo por ellos y el eco de las pisadas. Cla clac cla clac cla clac cla clac.

—... ¿Por qué no hay nadie?

—Se fueron todos. Yo me quedé, estabas en coma o algo.

—¿Quién eres tú?

—Cleig. Coicidíamos en un par de clases.

Lo pensó por un momento, el nombre no le sonaba en absoluto.

—Bájame ya.

Cleig soltó un resoplido.

—Vale, vale. Pero en cuanto estés abajo seguimos corriendo.

Posó a Lyris en el suelo, pero en el instante en el que la soltó tuvo que volver a cogerla cuando las piernas le fallaron. —Apenas las siento...

—Y eso que te puse un encantamiento de levedad para poder llevarte...

—¿Qué insinúas?

—Oye, es normal que las piernas no te respondan, llevas tres días dormida.

Necesitaba un momento para computar eso, pero no lo tenían. Desde una bifurcación del pasillo, a lo lejos, se oían golpes torpes y un ruido que se arrastraba hasta los oídos de los dos jóvenes. Sxxxxh. Cleig se arrodilló y la puso a caballito sobre él con relativa facilidad.

—¿Qué ha pasado?

—¿Recuerdas cuando nos decían que aquí nunca había accidentes? Pues todos los profesores murieron o se volvieron locos o mutaron, no sé cómo, fue de pronto, muchos alumnos también, especialmente de cursos altos. O esas fueron las noticias. Llegaron monstruos, lo normal, si nadie atiende las putas jaulas. Murieron más, especialmente los que se habian quedado dormidos como tú. Los demás se fueron yendo, abajo, pero nadie quería perder el tiempo llevándote, así que nos quedamos los últimos. La verdad es que esperaba que despertaras antes de que las cosas se pusieran tan jodidas. No sé si vamos a salir de esta.

—Eso es tranquilizador.

—Sí, soy un maldito caballero.

—¿Por qué no te fuiste con los demás?

—Porque seguías ahí.

—Sabía que a algunos les gusta mirar chicas mientras duermen, pero lo tuyo es llevarlo demasiado lejos.

—Eh, mierda, no es...

—Gracias, de verdad.

—Bah. Ya me las darás cuando hallamos bajado esas escaleras.

—Espera, no, tenemos que subir, salir a la superficie.

—No, no, los pisos superiores son los que más hechos mierda están. Todo el que pasa dice que hay que bajar.

—¿Entonces no hay salida?

—¿Por qué crees que te has pasado tres días iconsciente en un aula?

—Joder —concluyó Lyris—. Oye —susurró—, ¿no deberíamos ir en silencio?

—No servirá de nada, puede olernos y vernos con las luces del pasillo, escondernos no valdría de nada, hay que escapar. —De todas formas podrías ir más despacio.

—Ni hablar.

—Es que hace un rato que ya no se oye. Debemos haberlo dejado atrás.

—Puede cogernos en cualquier momento, es mejor salir de su territorio cuanto antes.

—¿Pero qué es?

Cleig paró en seco pillando a Lyris por sorpresa, que dio con el vientre contra su cabeza.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué paramos?

—¿Ahora lo escuchas?

Lyris guardó silencio por un segundo, en efecto se oía de nuevo a la criatura con ese zumbido que llenaba los oídos —sxxxxh—, pero...

—Está delante de nosotros —concluyó ella, entre susurros.

—El muy cabrón debe haber dado un rodeo largo para atraparnos.

—¿Qué vamos a hacer?

Cleig se arrodilló despacio para que Lyris, ya algo más recuperada y capaz de mantenerse en pie, pudiera bajarse.

—Tú —explicó— vas a entrar a ese aula que tenemos al lado y vas a esperarme.

—No.

—Y yo voy a ir a ocuparme de él.

—No.

—No tenemos tiempo de dar la vuelta. Pronto estaremos agotados y seremos presa fácil. Ni regalados.

—Entonces voy contigo.

—Ja, no estás en condiciones de eso, vas a estorbar más de lo que ayudes.

—No voy a quedarme aquí sin hacer nada mientras esa cosa te mata.

—No cuentes con que muera tan pronto, aún tengo que ver de nuevo la maldita luz del día. Si quieres hacer algo mientras me ocupo de esto, guárdame esto.

Cleig se desprendió algo del cinto y se lo tendió a Lyris. Era una daga. Ella la cogió casi por impulso y, en cuanto la hubo soltado, Cleig se echó a correr hacia la esquina del pasillo de donde provenía el oscuro ruido. Lyris hizo el intento de seguirlo, pero sus piernas apenas respondieron al rápido movimiento y pronto se vio en el suelo. Maldiciendo su suerte.

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