6/10/12

Pack to the Future! - 15

Los pantanos cubrían prácticamente todos los Abdominios oscuros, o al menos lo que los hombres que se decían a sí mismos civilizados conocían de los Abdominios oscuros. Nadie podía dar un paso en ellos sin que el pie se le hundiese en lodo o agua, calándosele hasta el mismo hueso. Todo era húmedo en aquellos parajes, incluso el aire impregnado de miasma. La ropa se hacía pesada y se pegaba al cuerpo, la leña no prendía y el metal se corroía con mayor rapidez. En nada ayudaba que los altos árboles cubiertos de musgo nunca dejasen pasar un rayo de sol entre sus hojas.

Por esta tierra maldita hacía horas que marchaban Jaime y sus compañeros, sin descanso y sin detenerse. Bueno, no, ahora sí que se habían detenido, pero ya sabéis lo que quiero decir. Mientras Tenaz se había adelantado para estudiar los alrededores Jaime y sus guías se habían colocado en el centro de una islita particularmente poco mojada y estaban solucionando dificultades técnicas.

—¿Cómo que la brújula no funciona? —preguntó Jaime.

—No es que no funcione, señor —explicó Luna, levantando ligeramente sus ojitos de la esfera—. Es que desde que llegamos a este lugar se ha hecho más difícil de interpretar.

—¿Eh?

—Hay muchas interferencias y manchas... —Se detuvo un momento buscando la mejor forma de explicarlo—. Es como mirar las estrellas antes de una tormenta... Parpadean y a veces dejan de verse del todo... Es difícil —concluyó.

—¡Lo que pasa es que no sabes usarla! —le espetó Sol— ¡Trae!

—¡No! —se negó Luna, abrazándose a la esfera.

—¡Venga, suéltala, llorona! —gritaba Sol mientras volaba alrededor de su hermana—. ¡Yo encontraré el crippler!

—¡No, es mía! ¡Déjame! —Y antes de continuar levantó la vista para mirar a su hermana—. ¡Mala!

—¡¿Pero cómo te atreves?! —preguntó Sol más sorprendida que indignada—. ¡Tú eres la mala! ¡Una mala hermana menor!

—¡Nacimos a la vez!

Jaime observaba el forcejeo con cara de póker, pero estaba empezando a cansarse.

—Parad ya, diantre.

Las chicas pararon y se señalaron mutuamente.

—Ha empezado ella.

—Me da igual —dijo Jaime—. Sol, deja tranquila a Luna, ya estamos bastante perdidos sin que la distraigas.

Sol hinchó los mofletes, se cruzó de brazos y lo miró con odio.

—Al menos nos ha traído hasta aquí —añadió Jaime.

—De eso no cabe duda —añadió una voz acompañada del sonido de arbustos agitándose.

Sol y Jaime se volvieron rápidamente, pero Luna se llevó tal susto que casi deja caer su esfera.

Tenaz surgió de entre la maleza, ligeramente más sucio y húmedo que los demás.

—Mas no podemos permanecer aquí por más tiempo —añadió el adusto espadachín—. No hay Enemigos por los alrededores, pero eso podría no seguir así por mucho tiempo.

—¿Entonces vamos?

—Eso he dicho, buen Clérigo —respondió Tenaz, en su voz había una nota de desdén.

—¿Hacia dónde?

—Lo desconozco, supongo que seguiréis prestando oído a vuestras mascotas...

Sol gruñó, pero no se dignó a responder al insulto.

Todos miraron a Luna. Ella miró la esfera, miró a su alrededor indecisa, volvió a mirar la esfera, miró los rostros que no dejaban de mirarla y por fin extendió su bracito en una dirección.

—Por ahí —dijo, no muy segura.

—Bien —aceptó Tenaz—, al menos no es el peor camino. ¡En marcha!

—Eh, ¿quién te ha nombrado jefe? —le preguntó Jaime mientras le seguía, metiéndose hasta las rodillas en el agua del pantano y alejándose de la islita.

Tenaz era de natural humilde y se creía peor rastreador de lo que en realidad era, pero ni así era lo bastante bueno para superar a aquellos que habían hecho del pantano su hogar desde tiempos que ya no se recuerdan. Unos ojos observaban desde el agua y los árboles cómo la extraña compañía se alejaba.

—Eh, chico —llamó Tenaz.

Desde lo ocurrido en las praderas pectorales, Tenaz cada vez se olvidaba más a menudo de llamarlo Clérigo.

—¿Sí? —respondió Jaime con desgana.

—Si los Enemigos atacan, espero que sepáis manejar eso que lleváis al cinto.

—Creo que sabré defenderme.

—¿Habéis tenido que hacerlo alguna vez?

—... La verdad es que no.

Tenaz se detuvo. —Pues pronto tendréis ocasión. Tres Enemigos nos esperan unos metros más adelante para emboscarnos.

Jaime paró en seco y miró el agua, el barro y los árboles, nada distintos de los que habían visto hasta ahora.

—Yo no veo nada.

—Eso no quiere decir que no estén ahí —respondió Tenaz agachándose.

Cogió una piedra y la lanzó al agua. De ella emergió un ser humanoide, pero cubierto de escamas, con ojos enormes sin pupila, provisto de branquias y de aspecto repugnante. Abrió la boca para mostrar sus colmillos, tan afilados como sus garras palmeadas. Al saber que su trampa había sido descubierta, otro de los Enemigos descendió de entre los árboles y otro más se levantó del barro donde estaba semienterrado.

Avanzaron con paso amenazador hacia nuestros héroes.

Siguiente =>

No hay comentarios :

Publicar un comentario

¡Vamos, tí@, ya te queda menos para conseguir dejar un comento!