30/9/12

NIHIL f8

"Avanzad" fueron mis únicas órdenes. Como soldado raso debía tomar la lanza, permanecer en primera línea y esperar la orden del rey para marchar a través del campo de batalla. Mis compañeros y yo éramos carne de cañón. Nadie esperaba que sobreviviese demasiado tiempo.

Me abrí paso codo con codo con mis compañeros, viendo cómo los demás caían a manos de las tropas de los Blackwater, uno tras otro. Pero aunque me detuve jamás di la espalda al enemigo. ¿Era por lealtad a su majestad, el rey Lifram, y al reino de Whitetower? ¿Para vengar a mis camaradas caídos? ¿Porque ya no podía volver atrás inmerso en el caos de la batalla?

Mi uniforme blanco estaba cubierto de barro y sangre cuando por fin alcancé el límite de las líneas enemigas. Veía al rey Onabe a lo lejos, pero demasiado para poder llegar hasta él, a pesar de que el futuro de mi patria dependía de su muerte. Ya se ocuparían de eso los caballeros y sacerdotes guerreros del rey, o sus elefantes, a mí solo me habían ordenado que avanzase hasta morir o vencer.

Pero todo cambió al llegar allí. Mi lanza se convirtió en un cetro en mi mano, que ahora ya no estaba llena de callos y dedos gruesos sino que eran delicadas y suaves, igual que el resto de mi piel y mi cuerpo, desaparecidos los músculos esculpidos en las batallas. Mi pelo creció y se volvió oro líquido, mis ojos se volvieron océanos y mis facciones se hicieron finas y estilizadas. Mis ropas ajadas y sucias se convirtieron en un vestido de seda. Y finalmente, con un tocado de oro, yo, que era un peón, quedé coronado como reina.

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