9/12/10

El cazador de momentos

Tictac. Conocí a un nigromante. Hacedor de piedras filosofales. Mezclador de sulfuros. Tictac. Capturaba momentos. Usaba una red con hilos de diamante. Tan brillante que aturdía a los momentos antes de capturarlos. Tictac. Los mataba. Los disecaba con maligna alquimia. Los clavaba con alfileres argentinos. Tictac. Vivía sólo para capturar momentos. Los hacía suyos para que no volaran más. Y decía que así no los olvidaría. Tictac. ¿Cómo podía olvidar algo que no ha vivido? ¿Algo que murió antes de que pudiera verlo volar? Tictac. Con su húmedo dedo pasaba las páginas de su blanco álbum. Y observaba las alas iriscentes de momentos multicolor. Tictac. Los mostraba a sus amigos. Alardeaba de momentos muertos. Hablaba de una vida que sólo existía clavada en la pared. Tictac. Y la vida de verdad se escapaba. El reloj sonaba con cada momento que se escapaba volando. Y sólo le quedaban cadáveres. Tic. Tac.

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