23/5/10

Los ojos del gato

Conste que lo escribí en poco más de diez minutos.

¿De dónde demonios habrá salido este gato? Lleva ya… ¿Cuánto tiempo? ¿Días horas? Da igual. No deja de mirarme. Y lo peor es que se me ha acabado el güisqui.
No sé si espera algo de mí, lo poco que gano lo invierto en bebida, no tengo nada para darle de comer. A lo mejor con un gato flacucho al lado me dan más limosna, con los perros funciona…
No, no está funcionando. Tiene algo que aleja a la gente. Es blanco como un palio y sus ojos verdes se clavan como cuchillos. Mira a todo el que se acerca a echarme algo y nadie puede sostener su mirada lo suficiente como para darme algo… Maldito bicho.
¿Por qué seguirá mirándome? Si lo ahuyento simplemente se pone en otro sitio y sigue apuñalándome con la mirada. Y ya he probado a decirle que no tengo comida.
Hace días que el gato sigue mirándome. Creo que ni siquiera parpadea.
Me pone los pelos aún más de punta. ¿Es una brisa fría lo que siento cuando agita la cola?
Ayer maulló y sonó como el repicar de una campana. Aunque paró, seguí oyendo su maullido en mi cabeza, tan alto como las sirenas de la policía, durante horas. Pensé que me quedaría para siempre acurrucado entre cartones oyendo ese maullido diabólico mientras el gato no dejaba de mirarme.
Una vez oí una historia de un gato que vivía en una residencia. Si se tumbaba en el regazo de uno de los ancianos el viejo la espichaba al poco… Supongo que deberían odiar a ese gato tanto como yo. A lo mejor no es más que el mismo augurio.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Ese camión acaba de atropellar a un tipo. Apenas ha quedado nada de él entero. No sé de dónde ha salido el maldito camión, ha doblado la esquina a toda hostia y después se ha dado a la fuga. ¡Joder! Lo peor de todo es que el pobre bastardo había estado acariciando al maldito gato cuando se acercó a echarme algo. El jodido bicho le ronroneó y se le pasó por entre las piernas.
Ese gato es la Muerte y viene a por mí, lo sé. ¡Lo sé, maldita sea! Tengo que correr.
¡Dios mío! Me sigue, sé que me sigue, por mucho que corra le veo al doblar la esquina, en un tejado a mis espaldas por un instante. Es un borrón blanco que me sigue sin parar. ¡Déjame en paz!
Un callejón sin salida… Estoy pegado a la pared y el gato se acerca por el callejón. Paso a paso con sus patitas blancas. Puedo escuchar como tocan el asfalto: tic, tic, tic… Me mira con sus ojos verdes y me sonríe con esa sonrisa que saben poner los gatos.
No pienso dejar que me coja, no pienso dejarlo. Tengo una navaja en el bolsillo, sólo tengo que ponérmela en el cuello y antes de que consiga matarme lo haré yo. ¡Chúpate ésa, Muerte!

No hay comentarios :

Publicar un comentario

¡Vamos, tí@, ya te queda menos para conseguir dejar un comento!