25/2/09

Kronikas dun Khazike IV: Bosques

¡Wazoooo! Esto continúa, Khazike no se ha dormido escribiendo esto… Espera… Si Khazike soy yo… Espera… ¿Entonces tengo una recortada? ¡Marisa, ¿dónde están mis pastillas para la memoria?! ¡Como se las hayas vuelto a dar al gato! Espera… ¿Tenemos gato? ¡Da igual! De lo que sí me acuerdo es de que el maldito capítulo IV ya está aquí, seh, así que a leerlo y no me rechistéis. Alehop:
La caravana de Khazike volaba pegada al suelo de la pradera haciendo que la hierba se moviera por el viento que producía y se cagara mentalmente en toda su familia. Los pingüinos aún seguían fielmente a su nuevo amo planeando tras la caravana con extrañas llamas de propulsión azules saliendo de debajo de sus respectivas colas. En el interior Khazike conducía, Geekman seguía sentado en la mesa y Alf, frente a él, se tocaba la cara para asegurarse de que no se había hecho nada.
—Lo que ha dicho el narrador me intriga, Alf —le dijo Geekman—. ¿Cómo demonios tienes la cara igual después de una ducha con ácido?
—Es el afro pawwa, la bendición de dios en forma de pelo —dijo señalando la ingente bola de billar nº8 que tenía por cabeza—. Él me protege de todo.
—¿Y por qué corrías antes?
—Por que no me protege del dolor.
Geekman le dio un puñetazo en la cara al acabar de decir esto.
—¡Au! —se quejó Alf—. ¿Eso a qué viene?
—Era para asegurarme.
Le dio otro.
—¡¿Y ése?! —preguntó Alf indignado.
—Ése era para reírm… —no pudo acabar la frase, algo empezó a moverse dentro de su traje de superhéroe—. ¡Maldito bicho!
Y al acabar de decir esto una centella plateada surgió del cuello de su traje y recorrió el espacio entre este y el afro de Alf donde se refugió.
—¡¿Qué demonios es eso?! ¡Quítamelo! ¡Que se me enreda en el pelo! —chilló Alf cual niña a la vista de un insecto.
Geekman, se puso en pie, se echó hacia delante apoyando una mano en la mesa y la otra la introdujo en el espeso afro de Alf para rebuscar. Al cabo de un rato consiguió sacar una especie de robot pequeñito.
—Ya está, maldito bastardo.
—¿Qué es eso? —preguntó Alf intrigado mientras miraba al pequeño robot.
—Es un bot, se llama Rotulador 02. Está bastante bien, pero es un desobediente y sólo habla una extraña lengua muerta.
Rotulador se zafó de la mano de Geekman y saltó sobre la mesa donde alzó los brazos y saludó:
—Hi, camarades! What’s up?
—¿En qué maldito idioma habla? —preguntó Alf asombrado.
—No he conseguido descifrarlo aún —respondió Geekman—, pero creo que nos está saludando.
—Are you talking about me? —preguntó Rotulador, confundido, mirando a ambos.
—Totalmente indescifrable —dijo Geekman mirando sus pies.
—Wally —llamó Khazike desde los mandos—. Dile a esos dos que ya estamos llegando… ¿Wally? ¡¡¡Wally!!! Da igual, ¿lo habéis escuchado vosotros? Pues ya está. Aterrizamos.
La caravana paró en seco en el aire y muchos pingüinos tuvieron que hacer el esfuerzo de no darse contra ella o los que tenían delante. Khazike desactivó el sistema de vuelo y la caravana se posó tranquilamente en el suelo.
—¡Venga! ¡Todo diox fuera de mi caravana! —gritó amablemente Khazike apuntándolos a todos una vez tocaron suelo— ¡Por la gloria de vuestra madre! —añadió.
Todos salieron tranquilamente de la caravana, tampoco tenían razón para no hacerlo y llegaron a una gran pradera que acababa bruscamente con un gran grupo de árboles.
Khazike cogió a Geekman de la manga y le gritó al oído.
—¡Bien, ¿ahora a dónde?!
—Hoy estás un poco alterado, ¿no? —le señaló Geekman.
—¡No! ¡¿Por qué dices eso?! —le gritó Khazike.
—Anda, tómate un haloperidol.
—¡No quiero esa mierda!
—¡Rotulador, ataca! —gritó Geekman.
Rotulador saltó de su refugio en el bolsillo de Geekman con una pastilla en la mano. Khazike le apuntó con Marisa e intentó disparar, pero Rotulador fue más rápido y se colocó sobre el cañón segundos antes y corrió sobre él. Rotulador volvió a saltar del arma justo cuando se apartaba a sus pies hasta la cara de Khazike, le lanzó la pastilla a la boca, rebotó en su frente y volvió al bolsillo de Geekman de un doble salto mortal.
—Maldito bich… —logró decir Khazike antes de empezar a babear.
—O key, vamos a los bosques —dijo Geekman señalando a los árboles—. Por ahí.
—Espera —le dijo Khazike agarrándole del hombro y ya recuperado del haolperidol—, ¿cómo sabemos que ellos no saben que nosotros vamos hacia el bosque?
—¿Lo qué?
—Quiero decir… ¿Cómo sabemos que no han puesto ahí los árboles para engañarnos?
—¿Estás pillado?
—Lo mejor será que vayamos en dirección contraria, a no ser…
—¿A no ser qué?
—A no ser que ellos supieran que nosotros sabíamos que ellos lo sabían en cuyo caso lo mejor será que vayamos hacia los bosques. A no ser que ellos supieran que nosotros sabemos que ellos sabían que nosotros sabíamos que ellos lo sabían así que vamos en dirección contraria.
—¿Quieres otro haloperidol?
—No.
—Entonces a los bosques.
—Vaaale…
Los tres empezaron a andar hacia los árboles y se internaron en la espesura.
Los árboles eran altos y espesos y el suelo estaba cubierto por una capa de hojas por la que se podía andar casi sin hundirse. Khazike andaba a la cabeza usando a Marisa de machete, tras él Geekman y en la cola Alf acompañado de Rotulador que se había colocado en su hombro y oteaba la retaguardia.
—Eh, esta selva r00lz —dijo Alf—, si algo sé de televisión ahora es la típica escena en la que aparece una serpiente gigante.
Alf, al comprender sus propias palabras, se paró en seco y miró hacia arriba, expectante… Y no pasó nada.
—Uff… —suspiró relajado—. No ha aparecido.
—¡Sí ha aparecido! —le gritó Khazie desde delante girándose rápidamente y lanzándole una serpiente a Alf que voló hacia él con la boca abierta—. ¡Cuidado, es de las que muerden!
Geekman se inclinó cual junco movido por la brisa a un lado (joder qué poético…) para esquivar la serpiente y ésta voló directamente a la cara de Alf. Éste simplemente se tapó los ojos y esperó su final.
Pero éste no llegó. Cuando ya le pareció que era demasiado tiempo para esperar a que te matasen decidió quitarse las manos de los ojos y reclamar a la serpiente. Lo cual le permitió ver lo siguiente:
Rotulador había cogido a la serpiente del pescuezo tras lo cual le inyectó aire por la boca hasta hacer que se hinchara y le ató el pescuezo para evitar que se saliera y, con el pseudoglobo, hizo un perrito que tendió a Alf.
—It’s for you.
—¿Para mí?
—Yes.
—Erm… Gracias.
—You’re welcome.
Alf lo cogió, le ató una liana y lo usó como globo flotante ya que el aire estaba caliente. Tras esto echó a correr tras Geekman y Khazike que se habían adelantado y estaban en un claro observando tres luces que relucían entre los árboles.
—¡Hey, hola! —gritó Khazike a las luces—. ¡¿Cómo estás colega?! ¡Creía haberte matado!
▼▼▼
¡Herl! Está interesante la cosa, ¿no? Volveremos con la cosa esta después de que la Abuelita Dhal nos haya hablado de un nuevo producto. Cuando quiera, abuelita.
“Hijitos, cada vez que noto que mi dentadura postiza se mueve menos de lo normal y me veo con fuerzas me encanta mascar el Chicle Kirby registrado de Flanes Dhal y Derivados S. A. Horas y horas de sabor a fresa, limón, menta o azul en una sola bola de chicle bomba con pene. Así que, nietecitos, antes de morir haríais muy feliz a esta anciana yendo a comprar Chicles Kirby de Dhal S. A.”
Sí, abuelita, los compraremos, pero no te mueras abuelita, no te mueras… Bueh, sigamos.
El consejero real, Muchauve, paseaba frente al batallón que le habían encargado para destruir el bosque pasando revista. Llevaba puesta la tradicional túnica negra de consejero que no dejaba ver nada de su cuerpo ni su cara.
—¡Presenten armas! —gritó en tono sargental.
Todos entrechocaron los talones y mostraron sus lanzallamas.
—Este, sargento. A mí no me han dado lanzallamas, ¿presento el tirachinas que me he traído de casa? —salió una voz entre las filas.
Muchauve, indignado, buscó entre las filas, pero, al no encontrar al desvergonzado, gritó.:
—¡¿Quién ha dicho eso?!
—¡Yo, señor! —gritó una voz a sus pies—. ¡Aquí abajo!
Muchauve miró hacia abajo y vio a un soldado de metro veinte con barba de tres días que le enseñaba su tirachinas.
—¡¿Me está vacilando, soldado?! ¡¿Cómo se llama?!
—Disculpe, señor, pero yo no me llamo, a mí me llaman.
—¡¿Pues cómo le llaman?!
—Depende, sargento, si estoy cerca me llaman bajito y si estoy lejos me llaman alto.
—¡Maldita sea! ¡¿Cuál es tu nombre?!
—El que me pusieron mi padre y mi madre.
—Bueno, déjalo, ya lo he averiguado.
—¿Lo cuálo? ¿Mi nombre, señor?
—No, que me estabas vacilando. En fin, es igual, por esta vez lo dejaré pasar, pero que no se repita. ¡Compañía, marchen!
Y de esta forma salieron en pos de los bosques de los renegados.
To’avía que’a pa’ rato. ( o Y o )

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