21/2/09

Kronikas dun Khazike III: Retorno

Khazike ha vuelto de entre los presos para repartir patadas en los cojones y lo bueno está aún por empezar. Que Diox nos coja confesados, el ángel redentor ha vuelto… Joder, qué poético me ha quedado, debería meterme a escritor o algo. Y, volviendo a lo que iba, ya está aquí el capítulo III de este intento de historia.
—¿Dónde están mis veinte de los grandes? —preguntó Khazike dando golpes en el pecho a Geekman con la punta de Marisa y aún agarrando a Alf del pelo.
—Detrás de la caravana, cegato. ¿No ves que les sobresalen las cabezas? —respondió Geekman apartando el cañón de la recortada con el dorso de la mano.
Khazike tenía demasiado orgullo como para doblar el cuello y mirar hacia arriba así que soltó a Alf junto a la caravana y dio la vuelta para mirar sus 20 de los grandes.
A los pocos segundos llegó Geekman y le vio con las manos en las caderas observando con cara de satisfacción.
—Son grandes —señaló Khazike.
—Ya lo creo —respondió Geekman.
—¿Y vuelan?
—¡Los pingüinos no vuelan!
—Los pequeños no, pero estos son pingüinos grandes —explicó Khazike—. Seguro que pueden volar tirándose pe’os.
Uno de los pingüinos de tres metros graznó amenazante a otro que estaba mirando demasiado a su chica.
—Seguro que podré organizar peleas y sacar un pico —elucubró Khazike.
—Antes de eso —le hizo volver a la realidad Geekman—, te recuerdo que tenemos un trato. Los pingüinos son para ti si me ayudas a salvar el reino.
—Vale, pero antes déjame ponerles nombre.
Geekman se lo pensó.
—No veo por qué no.
Khazike empezó a pasearse entre los pingüinos señalándolos.
—Tú Pingu, tú Pingu Dos, tú Pingu Junior, tú Pingu Tres, tú Aletas, tú Marisa Junior, tú Picotazos, tú Tragón, tú Pingu Cuatro, tú Pocholo, tú Borjamari, tú Sujetabirras, tú Geekboy, pobre era tan joven, tú José Armando, tú Belinda, tú Pingüino de Relleno 1 y tu hermano Pingüino de Relleno 2, tú Dieciocho, tú Churro y tú Tonto por último.
—¿Cómo sabes cuáles son hembras? —le preguntó Geekman cuando acabó.
—No lo sé —respondió Khazike—, pero como me lleven la contraria…. —dijo mientras se crujía los dedos.
—Bueno —apremió Geekman—, vamos a dentro, tenemos que tratar los asuntos.
Volvieron a la puerta de la caravana donde Alf todavía estaba tirado y conmocionado. Geekman lo empujó un poco con la punta del pie y se volvió a Khazike.
—¿Amigo tuyo?
—Supongo, lo usé de escudo humano y debí traérmelo sin darme cuenta. Metámoslo dentro.
Abrieron la puerta, cogieron a Alf despreocupadamente de pies y manos y lo lanzaron al interior como si de un saco de patatas se tratara mas el chaval continuó sin reaccionar.
—¿Y si le echamos agua en la cara? —sugirió Geekman.
—¡Buena idea! —secundó Khazike—. A la ducha con él.
Geekman le arrastró hasta dentro de la ducha y Khazike conectó las llaves. Gotas empezaron a caer sobre Alf desprendiendo nubecillas de gas. Pronto el inconsciente saco de patatas humano había despertado y gritaba como un poseso.
—¡Aaaaaaaahhhhhh! ¡Mi cara! ¡Mi hermosa cara!
—¿Por qué demonios te duchas con ácido? —le preguntó Geekman a Khazike tranquilamente.
—Me ayuda a espabilar por las mañanas —respondió éste.
Alf se puso en pie y empezó a correr a ciegas por la caravana agarrándose la cara.
—¿Hacemos algo? —preguntó Geekman mirándole.
—Nah —respondió Khazike—, el sabrá. Bueno, venga, ¿dónde vamos y a quién tengo que matar?
—Con suerte no habrá que matar a nadie.
—Has elegido al hombre equivocado, colega.
—Pero si no hay suerte habrá genocidios y diluvios de sangre.
—Ya empieza a gustarme. Vamos a sentarnos.
Khazike tiró por la ventana una gran colección de pornografía que había sobre una mesa y, después de echar a un lagarto de una silla se sentó en ella. Geekman se sentó también en otra silla frente a él.
—Bien, —empezó Khazike—, cuéntame, ¿cuándo empezamos a matar? O, espera, Wally, ven a oír esto —llamó mirando a un punto indeterminado detrás de Geekman.
—Es un cabrón nunca da la cara. ¡Algún día te ahogaré con tu propio gorro y usaré la borla para limpiarme el culo! ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, me contabas a quién hay que matar.
A sus espaldas Alf se dio con la pared y volvió a caer al suelo desmayado.
—Ya te he dicho que de momento no hay que matar a nadie. Escucha, tengo un plan para recuperar el control del reino, pero necesito tu ayuda y tendremos que seguir una serie de pasos.
—Vale, ¿cuál es la primera parada? ¿El puticlub?
—Eso cuando el reino vuelva a ser de Trekso.
—Jo… Necesito una puta… O varias.
—¡Cuando ganemos he dicho!
—Vale, tú eres el que paga. ¿Cuál es nuestro destino entonces.
Geekman sacó un mapa de su bolsillo y lo desplegó.
—Bien nosotros estamos aquí, en esta cagada de mosca cerca de los puntitos verdes.
—Este mapa parece que lo hubieran hecho con cinco minutos de paint.
—¿Quieres callarte? Bien, como iba diciendo los puntitos verdes son los bosques donde están aguerrillados los disidentes a Trucha. Tenemos que ir allí y patearles el culo.
—¿Por qué?
—Porque a la larga nos joderían el plan. Tengo un infiltrado allí, nos ayudará a meternos.
—¿Entonces eso es todo? ¿Tengo que matar a una panda de locos desarmados?
—De momento sí.
—¡Vamos allá!
Khazike saltó por encima de la mesa de la emoción, se sentó en los mandos de la caravana y sacó la cabeza por la ventana para hablar a los pingüinos:
—Pingu, Pingu Dos, Pingu Junior, Pingu Tres, Aletas, Marisa Junior, Picotazos, Tragón, Pingu Cuatro, Pocholo, Borjamari, Sujetabirras, Geekboy, José Armando, Belinda, Pingüino de Relleno 1, Pingüino de Relleno 2, Dieciocho, Churro y Tonto; menead las alas, nos piramos.
Y dicho esto intentó arrancar, pero no encontró las llaves.
—Geekman, tú tienes las llaves —dijo volviéndose al imitador de Cálico—, ¿me las pasas?
—Ah, claro, toma —dijo Geekman lanzándoselas.
Khazike las cogió al vuelo y las metió en el contacto, cuando oyó cómo el motor se ponía en marcha pulsó el botón rojo de los mandos y la caravana salió volando como un cohete. Los pingüinos la siguieron volando con un misterioso olor a metano.
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Y ahora mensajes de nuestro goliroso patrocinador: Flanes Dhal S. A. y Derivados. “Hijitos, soy la abuela Dhal, personaje registrado por la adorable empresa Flanes Dhal S. A. y hoy vengo a hablaros de nuestro nuevo producto: Gelatina Ditto. Con un millar de sabores en cada cucharada Gelatina Ditto será una explosión de deliciosidad en tu paladar, por no decir que es genial como explosivo industrial. ¿A qué esperas? Ve a por ella a tu distribuidor de Flanes Dhal S. A. antes de que se acabe. Saben como los de la abuela.” Gracias, abuela, obedeceremos obedientes sus directrices en cuanto termine este episodio de Krónikas dun Khazike que se promete interesante.
En el corazón de los bosques de los insurrectos, mientras Khazike y Geekman iban hacia allá algo se cocía.
—¡Camaradas! —gritó el líder de los rebeldes desde encima de una roca—. ¡El gran día se acerca! ¡El día de la gran revolución! ¡El día en el que yo, Plastiscko, me convertiré en el hombre que sacudió los cimientos del mundo! ¡Yo destruiré el Reino Frikipédico!
Todos los presentes aplaudieron excepto tres que le miraron con recelo y dudas ocultas.
—¡Maestro Tao Pai Pai! —prosiguió Plastiscko mirando gran un retrato del susodicho que colgaba entre dos árboles—. ¡Danos fuerza! ¡Viva la revolución!
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—Mi señor debéis comer otra. Eso es, probado otra patata deluxe, cuidado no os chorree la salsa.
Trucha, como drogado, comió obediente. Estaba sentado en una silla de acero a los pies de la escalinata que llevaba al enorme trono de oro en el que dormía Treckso apoyando el codo en el reposabrazos. Al lado del antiguo rey se hallaba sentado el Predicador Sevillano, máxima autoridad de la iglesia McCristiana y gobernante de facto del reino proporcionando su cena al rey en funciones.
—Y ahora, decidme —dijo el predicador una vez Trucha hubo tragado—. ¿Qué vais a hacer con esos insurrectos que se ocultan en los bosques?
—No… sé… —se esforzó en decir Trucha.
—No os esforcéis, majestad, ya he dado órdenes pertinentes, sólo tenéis que firmarlas, tomad.
El predicador puso el papel entre el escritorio y la mano derecha de Trucha y colocó la real pluma en esta última. Trucha movió la muñeca y alcanzó a hacer un garabato lejanamente aceptable como firma.
—Bien, ahora los bosques serán arrasados por vuestras tropas y esos imbéciles no volverán a molestarnos.
Un tipo con una capucha negra tomó tendido por el predicador y salió de la sala del trono.
—Tomad otra patata, la última.
Seguriá pa'lante ( o Y o )

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