18/2/09

Kronikas dun Khazike II: Fuga

Sí, por increíble que parezca esto sigue. Feliz miércoles a todos, alegraos que ya está aquí la segunda entrega. ¿Se fugará Khazike? ¿Le pagará Geekman? ¿Dejaré de hacer preguntas un día de estos? Hoy yo y el tío que me está encañonando responderemos a todas esas cuestiones. ¡Joder que sí!
Una sirena de alarma resonaba por toda la Tortuga Borracha:
—¡Alerta! ¡Alerta! ¡Fuga en el sector 4d6172697361!
Esa alerta no la había producido otra cosa que una recortada que por extrañas coincidencias físicas iba rebotando por el suelo disparándose sola cada vez que alguien intentaba cogerla y que parecía tener un rumbo predeterminado. Claro que pensar que eso era debido a que la recortada estaba viva era un poco tonto.
Un guardia poco precavido intentó lanzarse sobre la recortada, pero ésta, debido a un casi imperceptible desnivel, rebotó más alto con la mala suerte de que fue a dar en el mentón del carcelero derribándolo por pura casualidad. Cosas que pasan.
Dobló una esquina y se encontró con tres de los carceleros más grandes que pudieras imaginar, serían necesarios dos carros con bastantes bueyes para llevar a cada uno. La recortada se quedó quieta debido a que se le acabaron los rebotes en una posición que cualquiera hubiera jurado que apuntaba a los tres con gesto amenazante, pero, claro, sólo es una recortada.
Los tres gorilas la miraron y se rieron.
—¡¿Esto es lo que se ha fugado?! —rió el gorila 1, que estaba a la izquierda—. ¡Si sólo es una escopeta de perdigones!
—¡Oh, por piedad, no nos hagas nada! —bromeó el gorila 2, situado en el centro—.
—¡Yo aplasto! ¡Aplasto! —balbuceó a gritos el gorila 3.
Si las miradas matasen y las recortadas tuvieran ojos los tres tipos hubieran hecho vomitar a cualquier forense curtido. Pero, dado que no se daba el caso, cualquiera hubiera jurado que, si no se tratara de una recortada, decidió solucionar el asunto.
El precario equilibrio en el que estaba apuntando a los tres gorilas acabó desestabilizándose con lo que la recortada cayó hacia delante, rebotó con su propio cañón, dio contra el techo y derribó al gorila 1 mientras giraba 90 grados y disparaba sin compasión al gorila 2 que logró esquivarlo por poco.
La recortada cayó al suelo y rodó. El gorila 3 se lanzó sobre ella con la intención de pisotearla, pero dio la casualidad de que la recortada dio los giros justos para acabar dando con su culata en la entrepata del gorila que cayó al suelo derrotado.
El gorila 2, ante tanta misteriosa casualidad, decidió que lo más sensato sería salir de allí cagando leches.
Tras esta pequeña interrupción la recortada siguió su camino.
Unos cuantos rebotes más tarde llegó a la celda del prisionero 011010110110100001100001, si no fuera una recortada podríamos decir que cogió carrerilla y cayó casualmente sobre la puerta derribándola.
Khazike la miró enfadado desde su posición invertida.
—¡Marisa! ¡Ya era hora, joder!
Marisa, la recortada, no respondió, claro, era una recortada.
—¡No te quedes ahí como un pasmarote y suéltame!
Ya sé que me repito, pero si no fuera una recortada cualquiera hubiera jurado que Marisa entendió a su dueño y disparó tres veces, volando los cierres de la camisa de fuerza y cortando la cuerda del techo, lo que hizo que Khazike cayera de cabeza.
—¡Maldita sea! —gritó—. Algún día te enseñaré a liberar a la gente sin abrirle la cabeza.
Una brisa de aire hizo que casi pareciera que Marisa tomaba una posición cabizbaja.
—Perdona… No te pongas triste y ven aquí —la consoló Khazike.
Marisa rodó hacia la mano de Khazike con movimientos que, si no fuera un objeto inanimado, podrían calificarse como alegres y se dejó empuñar.
Fuera de la celda había una legión de carceleros esperando a que pasara algo. Escucharon el sonido de una recortada cargándose en el interior y, tras varios segundos de silencio, pudieron oír en primera persona el sonido de cientos de disparos y patadas en los cojones que surgían del interior de una nube de humo que había salido del interior de la celda.
Cuando se dispersó sólo quedó Khazike, empuñando a Marisa y rodeado de carceleros muertos o inconscientes, un poco de cada. Miró a su alrededor, cogió aire y gritó:
—¡Khazike ha vuelto, hijos de puta!
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Y ahora el mensaje de nuestro señor don amo y patrocinador: Flanes Dhal S. A. y productos derivados. “Platos infranqueables Dhal, de porcelana donostiarra para evitar que los flanes devoradores de niños escapen de sus garras. Ahora con correas, barricadas de pinchos, minas y ametralladores automáticas opcionales. ¡No podrás pasar sin tu plato infranqueable Dhal! ¡Dhalicioso!”. Seh, adorados sean los Flanes Dhal. Y ahora continuamos con la emisión.
En otra celda otro recluso se encontraba de rodillas rezando a un póster de tamaño natural de San Francisco de Asís que tenía colgado en la pared.
—Fran, compadre, si me sacas de aquí prometo donar mucho alcohol a la Iglesia. —suplicó con las manos juntas y los ojos cerrados—. Sácame de aquí, por favor, tío, no aguantaré que me den por culo una vez más —sollozó.
Iba a echarse a llorar cuando escuchó voces fuera de su celda:
—¡Eh, tú! ¡Quédate donde estás!
—¡¿Tú eres tonto?!
Se oyeron disparos, el sonido de un cuerpo cayendo al suelo y segundos después algo derribó su puerta. No se atrevió a volverse, ni siquiera la mierda fue capaz de abrirse camino por su esfínter para que se cagase en los pantalones. Ya estaba rezando por una muerte rápida cuando algo le pateó la cabeza y no le quedó más remedio que volverse.
Allí estaba Khazike, mirándolo desde arriba. Nada más volverse le dijo:
—¡Tú! —gritó—. Necesito un señuelo, ¿quieres escapar?
La luz de los focos del patio se filtró por las rejas de la ventana e iluminó el rostro del póster de Francisco.
El recluso lo miró y con los ojos cargados de lágrimas dijo:
—¡Gracias, Fran! ¡Te debo una!
Khazike se impacientaba.
—Me lo tomaré como un sí, ¡vamos!
Cogió al recluso por el pescuezo, se lo puso por delante y metió el cañón de Marisa por debajo de su hombro para usarlo como escudo humano.
Salieron de la celda y Khazike empezó a abrirse camino por el pasillo disparando a todo lo que se movía desde detrás de su nuevo compañero.
—Bueno —empezó Khazike intentando mantener una conversación amigable—. ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Alf.
—¿Cómo el bicho peludo?
—Eeeerm… Sí, igualito.
—Yo me llamo Khazike.
—Sé cómo te llamas y por qué estás aquí.
—Es lo que tiene ser un genio. Deja de moverte.
Consiguieron abrirse camino por los pasillos hasta la salida del edificio de máxima seguridad (después de haber pasado tres veces por delante de la misma celda) y llegar hasta la salida que daba al patio.
Salió de una patada aún con Alf de escudo y, después de que los focos dejaran de deslumbrarle, pudo ver como cientos de guardias estaban apostados en el patio, esperándole.
—¡Maldita sea…! —imprecó Khazike—. ¡Crecen como setas!
Fuera de la prisión, en la caravana de Khazike, Geekman esperaba tomándose un té con nocturnidad y observando los focos de la Tortuga Borracha. Y en esto estaba cuando pudo observar como la prisión entera estallaba en una de esas explosiones que hacen historia y, mientras el fuego se disipaba, tres figuras caminaban hacia él.
Una de las figuras caminaba empuñando a otra y arrastrando a la tercera del pelo afro. Cuando se acercaron y la luz se disipó pudo distinguir a Khazike que le gritó:
—¡Guay! ¡Acepto el trato!
Esto no ha hecho más que empezar. ( o Y o )

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